Arq. Julio Villar Marcos

En el artículo «Una más sobre la polémica del puente Garzón», aparecido en el último boletín de la SAU se hacen dos observaciones que viene al caso recordar:

«…si el puente fuera diseñado por un artista que logre, como es de esperar, una obra de arte, la apreciación estética dentro de su área de visibilidad solo atenuaría el dolor por la pérdida del ambiente natural preexistente, mientras que el resto del desastre prevalecería.»

«Aún en el caso que se modificara el proyecto de puente y surgiera una obra de arte, y en este tema sobran ejemplos, las ventajas son dudosas, porque las consecuencias ambientales serían las mismas y además podría sumarse un efecto negativo por la mayor concurrencia de público para apreciar la obra, lo que aumentaría la antropización de toda la zona circundante.»

Conocida la propuesta del Arq. Viñoly, ambas afirmaciones mantienen su valor, sobre todo la segunda, ya que desde el lanzamiento de la idea, incluso por parte del propio autor, se vislumbra que la originalidad y calidad del proyecto han de atraer mucho más público que el propuesto por el MTOP, y eso es precisamente lo que los defensores del entorno verán con preocupación. Los desarrollistas, por el contrario, sumarán puntos a su causa porque una mayor concurrencia es lo que desean los comercializadores de cualquier producto, en primer lugar la tierra. Piria ya lo sabía.

Uno de los mayores riesgos que corren actualmente los sitios patrimoniales de la Humanidad, sean construidos o naturales, es la masiva concurrencia de público y las dificultades que presenta su manejo. Como se sostiene en el artículo: «dada la falta de visión de futuro y de respeto a las normas por parte de nuestros compatriotas y turistas en general, la depredación ambiental, que hoy se ve dificultada por la falta de un puente, será inevitable».

La buena noticia es entonces que el proyecto puede ser un orgullo para el país por su visión original e innovadora para casos de ubicaciones geográficas especiales. La mala noticia es que la construcción de ese puente, que ya tiene antecedentes en el construido por el rey Persa Jerjes sobre el Helesponto para invadir a Grecia, en la práctica agravará el proceso de decadencia del ambiente natural de la laguna Garzón y su área circundante, y además, por sus características y proceso de definición aumentará la presión antrópica en la zona con sus inevitables consecuencias negativas.

Lo que faltaría sería que, como a Jerjes, a alguna autoridad se le ocurra azotar a la Laguna Garzón por haberse opuesto tan tenazmente a una rauda continuidad de la ruta 10.

Arq. Julio Villar Marcos