Arq. Mariano Arana

La mayoría de los arquitectos del mundo y de la práctica totalidad de los ciudadanos brasileños, llegamos a pensar que Oscar Niemeyer era inmortal. Y en cierto sentido, quizás llegue a serlo. Privilegio no tanto de los longevos, sino de los talentosos, los infatigables y los tenaces.
A punto de cumplir sus jóvenes 105 años, Niemeyer se aleja de este nuestro mundo terreno al que tanto se aferró y en el que tanto se inspiró, para escalar al podio de los consagrados.

Vida prolongada e intensa con no menos de 75 años de actividad profesional en su país y en el extranjero, abarcando una amplísima gama de programas arquitectónicos.
No cabe duda que su capacidad creativa se vio tempranamente estimulada por la presencia de Le Corbusier – uno de los más potentes y polémicos adalides de la modernidad a nivel mundial – quien, en su periplo por América del Sur en 1929, no sólo dictó conferencias en Montevideo y Buenos Aires, sino también en San Pablo y Río de Janeiro, ciudad natal de Niemeyer.

Algunos años más tarde, hacia 1936, su maestro Lucio Costa lo integra al equipo que tuvo a su cargo la realización del Ministerio de Sanidad y Educación, en pleno corazón de Río, por entonces la capital brasileña, contando con la directa colaboración de Le Corbusier.

Pero será seis años después que demostrará su originalísima inventiva diseñando un conjunto de obras en el barrio Pampulha de Belo Horizonte, a iniciativa de Juscelino Kubitschek, prefecto de esa ciudad. Particularmente, la «Casa del baile» y la iglesia de San Francisco, signaron la originalidad de sus planteos, donde las formas sinuosas pasan a ser dominantes.

El propio Niemeyer llegó a escribir:

«Arquitectura es invención y con esa premisa dibujo mis fantasías. La curva es una exigencia del cemento armado, un nuevo camino para la belleza y cubrí de curvas la capilla de Pampulha».

Y agregó todavía:

«No es el ángulo recto que me atrae, ni la línea recta dura, inflexible, creada por el hombre. Lo que me atrae es la curva libre y sensual que encuentro en las entrañas de mi país, en el curso sinuoso de sus ríos, en el cuerpo de la mujer bonita. De curvas está hecho el Universo. El universo de Einstein».

La rotunda consagración del maestro estuvo ligada al concurso convocado en 1956 por el entonces presidente Kubitschek para la construcción de Brasilia. Lucio Costa, que resultó el vencedor del referido concurso, invitó precisamente Niemeyer a proyectar los edificios institucionales de la nueva capital, permitiéndole desplegar su desbordante imaginación creadora.

Mayoritariamente, se ha señalado el interés prevalente de Niemeyer por los volúmenes exentos y su relativa ajenidad con el entorno urbano preexistente.

Aún admitiendo, en términos generales, la validez de tales consideraciones, baste recordar algunos ejemplos de distinto carácter, envergadura y temporalidad, para poner en evidencia el acierto con que el maestro brasileño fue capaz de obtener resultados convincentes:

a) el «Gran Hotel» de Ouro Preto, integrado a un centro patrimonial de potente singularidad (1938).

b) el edificio COPAN de 140 mt de altura, localizado en el centro neurálgico de San Pablo (década de los años 50).

c) la sede del Partido Comunista francés situado en una de las áreas fuertemente caracterizadas de la ciudad de Paris (1965).

En los años recientes, el cúmulo de reconocimientos y la multitud de encargos de nuevas realizaciones, no erosionaron sin embargo su natural sencillez y bonomía.

Haber tenido el privilegio de conocerlo personalmente, me permitió comprobarlo.

Sencillez y bonomía y, además, compromiso cívico y sensibilidad hacia el más postergado.

Sus propias palabras así lo atestiguan:

«De esos largos años de trabajo sólo me tranquiliza saber que tuve tiempo para defender a los más pobres y mis convicciones políticas, satisfecho conmigo mismo. La arquitectura no es tan importante como la vida. Lo principal es la vida en este mundo que un día vamos a cambiar».

Legado trascendente y alerta desafiante ante las tentaciones del consumismo fatuo y la especulación empobrecedora del espacio y del ambiente.

También en este plano, Niemeyer consolidó su estatura perdurable.

Arq. Mariano Arana