Arq. María del Carmen Queijo

El 1º de mayo de este año, un trabajador de la arquitectura dejó de estar entre nosotros. Un análisis del curriculum de este hacedor nos lo muestra vinculado a cerca de 500.000 metros cuadrados de obra construidos, bajo su diseño, dirección o supervisión de equipos de profesionales, en las variadas instituciones donde desarrolló su actuación. Es posible afirmar que en toda población relativamente importante del país hay una obra en la Ramiro estuvo vinculado de alguna forma.

Lo conocí como docente del Taller Herrán en los años ’70, motivando a los estudiantes en la investigación de los nuevos caminos de la Arquitectura. En ese momento, Ramiro era funcionario de Educación Secundaria y estaba vinculado a la producción de vivienda cooperativa. Ambas experiencias han constituido, en la historia de la arquitectura uruguaya, paradigmas de la buena formas de realización.

La Oficina de Educación Secundaria, en esa época, produjo arquitectura educativa de alta calidad, fruto de un importante esfuerzo de investigación en las diversas esferas de la planificación, diseño y construcción. Se construyeron adecuados prototipos con un buen comportamiento en el tiempo, con materiales nacionales y empleo de la mano de obra existente en todo el territorio. Muchos de los logros investigados en esta época continúan siendo incorporados en las realizaciones actuales.

El proceso dictatorial abortó estas experiencias, perdiéndose la participación de muchos técnicos muy formados. Ramiro en estos años se volcó a la actividad privada en arquitectura y equipamiento, realizando una producción importante también en esa época.

La vuelta a la democracia permitió nuevos intentos de recomponer las experiencias exitosas del pasado, en el ámbito de la arquitectura educativa, de las que Ramiro fue importante protagonista, con variados resultados, según las decisiones políticas y diversas formas organizativas de producción. El estudio de prototipos arquitectónicos, la organización de la dirección de obras y el estudio del mantenimiento edilicio tuvieron en nuestro colega un entusiasta trabajador y conductor, sin tener en cuenta horarios ni cansancio, consolidando en su entorno nuevos equipos de profesionales imbuidos del espíritu de calidad.

«¡Ay, si la veteranía fuese un grado…! Si no se llegase huérfano a ese trago…»
J.M. Serrat

Cuando por disposiciones reglamentarias, no pudo continuar aportando su experiencia en el ámbito de la arquitectura educativa, Ramiro «transformó su veteranía en un grado» y desarrolló su privilegiada capacidad de producir imágenes en los talleres de artes plásticas a los que se vinculó. Por eso lo encontramos hasta los últimos días de su vida como lo conocimos en los años ’70, con un 6B y unas acuarelas en la mano.

Corresponde resaltar, por sobre todo, algo que pudimos apreciar los que compartimos el trabajo con Ramiro: su total adhesión al código de ética de esta institución, no solo en su trabajo y en relación con la Sociedad, sino, en particular, formando grupos de arquitectos, asumiendo en todo momento las consecuencias de los errores de sus funcionarios y permitiendo a los más jóvenes ocupar los lugares abiertos.

Arq. María del Carmen Queijo