Arq. Mariano Arana

SOBRE UNA TRANSFORMACIÓN URBANA HARTO POLÉMICA

Es inadmisible el cercenamiento de espacios libres, de forestación y de jardinería para uso y goce de la población presente y futura. Eso está sucediendo en una de las zonas más importantes de la capital. Soy consciente que las reflexiones que siguen -de carácter absolutamente personal- pueden resultar controvertibles y muy posiblemente controvertidas.

Pero sea: acepto la divergencia y, por supuesto, la diversidad de opiniones; no rehúyo por consiguiente la polémica.

En esta instancia, elijo uno que viene siendo objeto de discusión entre los montevideanos y de notoria visibilidad en el contexto urbano. Me refiero a las fuertes transformaciones que se están llevando a cabo en la zona de “3 Cruces”.

Lastimosa coyuntura, puesto que una vez superada la dictadura, fueron importantes los esfuerzos de la Comuna por redignificar y mejorar el entorno, incluyendo la denominada “Plaza de la Bandera” y la extensión urbana entre las calles Ferrer Serra y E. V. Haedo, equipándola con pérgolas, luminarias, jardinería y mobiliario urbano.

Vale la pena recordar que el área aludida había sido particularmente castigada en décadas pasadas, entre otros desmanes, con el grotesco desborde de la cartelería comercial; con la más que discutible permanencia de la antena metálica de un canal televisivo privado en plena avenida 18 de Julio; con la instalación de la «Cruz del Papa» en el eje de bulevar Artigas; con el posterior traslado del propio Papa (me refiero a la valiosa escultura de Juan Pablo II) al frente de dicha cruz, acosado como está por un enjambre de semáforos y en actitud casi irreverente, en tanto el gesto de bendición a la grey cristiana parece transfigurarse en inusual postura de ordenamiento del flujo circulatorio.

Pero dejo la ironía de lado para centrarme en la (im)pertinencia de las obras referidas. Es natural que los vecinos se pregunten si dichas obras constituyen un beneficio perdurable para la ciudad; y se pregunten además sobre cuál es el objetivo de las mismas.

Vayamos por partes: las nuevas construcciones responden al interés de los empresarios en duplicar la capacidad comercial del complejo de «3 Cruces».

Con tal propósito, las nuevas edificaciones habrán de avanzar hacia bulevar Artigas, ocupando el espacio libre utilizado hasta ahora como estacionamiento a cielo abierto. Desde luego, esto originará mayor afluencia vehicular en un entorno ya de por sí impactado por el crecimiento automotor. Por lo mismo, se han ensanchado calles, talado árboles y disminuido áreas verdes en el área circundante.

No me cabe duda que la operativa económico-financiera está pensada con el fin de obtener lucrativos resultados para los empresarios involucrados, ya que la terminal de transporte interdepartamental allí afincada asegura un público cautivo, al parecer creciente.

Pero, ¿quién paga las externalidades de tal operación? No aludo tan sólo a los costos en metálico de las obras de infraestructura urbana (de los que, descarto, deberá hacerse cargo el consorcio empresarial); me refiero a los costos duraderos e irreversibles para la ciudad en su conjunto, que la izquierda de ninguna manera puede soslayar: el cercenamiento de espacios libres, de forestación y de jardinería para uso y goce de la población presente y futura.

En su momento cuestioné, por absolutamente inapropiada, la insensata localización de la terminal, dispuesta durante «el proceso cívico militar»; actitud asumida no sólo por convencimiento personal, sino por haber aprendido con los análisis efectuados por Carlos Gómez Gavazzo, docente y director del Instituto de Teoría y Urbanismo de la Facultad de Arquitectura, que proponía su localización en el predio donde luego se edificó el «Edificio Libertad».

¿Qué duda cabe que las obras en curso habrán de profundizar y acentuar aun más el error estratégico inicial? Al respecto, tengo la tranquilidad de haberle manifestado mis reparos a técnicos municipales y al propio jefe comunal de la anterior administración que decidió la aceptación del proyecto. Lo hice, por cierto también, con el titular del estudio proyectista asociado a la propuesta empresarial; estudio que respeto por su indiscutida competencia profesional.

Pero va de suyo que una transformación tan perturbadora de un importante sector de la capital, en modo alguno puede revertirse con el manejo puntual del edificio proyectado. No puedo negar que me resultó reveladora la expresión manejada desde el ámbito empresarial, acerca de que no había «otra alternativa» que la que se adoptó -y que lamentablemente se aprobó- por parte de la Intendencia.

Pero no podemos dejarnos embaucar con falaces dicotomías. Cuando se habla de «alternativas», debe explicitarse con total nitidez cuál es el punto de mira, cuáles son los parámetros manejados y cuáles las metas deseadas.
Son muy distintas, en efecto, las alternativas a manejar, según se priorice el negocio lucrativo privado o el bien común.

Otro aspecto neurálgico a señalar es la opinión ciudadana. Si para la instalación de un semáforo o fijar prioridades para llevar a cabo obras menores a nivel barrial se consulta a la gente, ¿cómo entender que la Presidenta de la Junta Local y el propio Concejo Vecinal desconocieran la propuesta; y que tampoco –tal como me informé– tuviera acceso a ella ni se le solicitara opinión al arquitecto del Centro Comunal 2, con competencia precisamente en la zona?.

Admito la dureza del planteo; pero si defendimos enfáticamente a la ciudad y a su gente en plena dictadura, respaldados por la muchachada del Grupo de Estudios Urbanos, ¿cómo no habremos de hacerlo ahora, reconquistada ya la democracia y habiendo obtenido, las fuerzas progresistas, el gobierno tanto a escala departamental como nacional?

Quede claro que no pretendo erigirme en custodio ni mucho menos en monopolizador de las «sagradas escrituras» y de la «verdad revelada».

Baste recordar que en más de una oportunidad he defendido e impulsado la asociación público-privada como conveniente y ocasionalmente aun necesaria, en la medida –y sólo en la medida– que a través de ella se garantice un inequívoco beneficio para la comunidad.

Pecaría de imperdonable mezquindad si culminara esta nota sin mencionar la exitosa concreción de una transformación muy próxima al área considerada: transformación percibida por la gente como una gratificación colectiva y llevada a cabo por la misma administración municipal cuya desgraciada decisión en «3 Cruces», tanto lamentamos. Me refiero a la plaza Liber Seregni.

Felizmente, no todas son cruces en la zona.
Arq. Mariano Arana

* extracto editado autorizado del artículo publicado por el Arq. Arana en la revista digital VADENUEVO
www.vadenuevo.com.uy