Ante la polémica generada sobre la intervención realizada recientemente en una de las fachadas del edificio sede del Instituto de Profesores Artigas (IPA), desde la Sociedad de Arquitectos del Uruguay nos planteamos las siguientes reflexiones:

Está en el imaginario colectivo que los uruguayos somos grises.

Con ese sentimiento es que, entonces, cualquier nota de color suele ser bienvenida y celebrada.

La capital de nuestro país se ha ido poblando de murales de destacadas figuras en distintos puntos de la ciudad. Así, aparecieron Eduardo Galeano, Mario Benedetti y China Zorrilla, Carlos Páez Vilaró, Luisa Cuesta, etc.  También se extendió a ciudades del interior de nuestro país y a otros países como España.

Bienvenida el arte a la ciudad

Pero debemos cuidar también que las intervenciones no sean en detrimento de otros valores.

La rica arquitectura de Uruguay también debe ser valorada y no da lo mismo sobre qué muro se pinta un mural.

Asistimos a un caso puesto de manifiesto en la preocupación del Instituto de Historia de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universida de la República, y el Comité Uruguayo del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios ICOMOS Uruguay, que es el mural pintado en la fachada lateral del edificio donde funciona hoy el Instituto de Profesores Artigas.

Este edificio fue proyectado para la Sección Femenina de Enseñanza Secundaria Preparatoria en la Avda. del Libertador 2025, esquina Nicaragua, por los arquitectos Octavio De los Campos, Milton Puente e Hipólito Tournier, siendo el proyecto ganador del Concurso Público en 1936.

Posee este edificio la colaboración de dos artistas que generaron un altorrelieve en su fachada principal de Bernabé Michelena y un mural en la biblioteca de Demetrio Urruchúa.  Ambos tomando la mujer como tema central.

Excelente ejemplo de arquitectura moderna fue declarado Bien de Interés Departamental por decreto N° 26.864 en el año 1995.

Estamos de acuerdo en revalorizar figuras de nuestra historia, pero ello no debe ser de cualquier forma y sobre cualquier soporte.

Cierto es también que muchísimas obras arquitectónicas de nuestro acervo patrimonial exhiben diversos grados de deterioro y vandalismo, cuya naturalización en la sociedad y autoridades es alarmante.

Esto es válido para edificaciones y espacios urbanos, así como también para otras obras como murales y esculturas

Debemos reaccionar y aunar esfuerzos para revertir este estado de cosas y asumir responsabilidad para revalorizar nuestro patrimonio y fortalecer la educación y difusión de sus valores.

En cualquier caso, para la protección efectiva de nuestro Patrimonio es importante que se cumpla con los procedimientos establecidos y realizar las consultas pertinentes a nivel nacional, departamental y local, según corresponda.

La Sociedad de Arquitectos del Uruguay sostiene un compromiso histórico con estos principios, consecuentemente trabaja desde sus cuerpos asesores y en particular su Comisión Asesora de Patrimonio, para transformar el conflicto – natural en los asuntos de la ciudad contemporánea – en espacios de encuentro y oportunidad de avanzar en común y establecer reglas de juego claras para este y otro tipo de actuaciones en nuestra ciudad.

Sería muy importante para los artistas nacionales recuperar la legislación que preveía que un porcentaje de la inversión fuera destinada a obras artísticas en los espacios comunes de los edificios, tanto estatales como privados.

Esto traería como resultado que los artistas pudieran tener un ingreso más regular y enriquecer los espacios y edificios públicos, como se dio en otra época, en el trabajo conjunto entre arquitectos, escultores y muralistas.

Estamos seguros de llegar a un entendimiento de todas las partes que sirva para lograr una mejor preservación de nuestra memoria colectiva.

Sociedad de Arquitectos del Uruguay.

3 de setiembre 2021

 


 

En diversos espacios de prensa, el integrante de la Comisión de Patrimonio de la SAU, Alberto Leira, opinó sobre el tema.  

 

 

 


 

A continuación, reproducimos el comunicado difundido por la Facultad de Aquitectura de la Universidad de la República.

No es un lienzo

El Instituto de Historia de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (Universidad de la República) expresa su preocupación ante una serie de intervenciones que desde hace un tiempo afectan al espacio urbano montevideano. Se trata de los murales realizados en varias medianeras bajo la firma de Gallino, que intentan homenajear a algunas figuras de la cultura uruguaya con un criterio que combina el impacto de la escala con la apelación a la mímesis y el efecto ilusorio asociado a ella. Una serie expansiva que poco a poco ha tomado una cantidad de planos, en el intento de animar y colmar los muros blancos.

La intención y sus polémicos resultados cobran mayor gravedad cuando se imponen no sólo a las medianeras sino a las fachadas de algunos edificios, aun a las de obras notables de la arquitectura uruguaya. Es el caso del retrato de Antonio M. Grompone, perpetrado en la fachada lateral de la antigua Universidad de Mujeres -hoy sede del Instituto de Profesores Artigas-, en el marco de una iniciativa de la Administración Nacional de Educación Pública que intenta concretarse en todos los edificios de su órbita. El asunto es gravísimo, más aún porque proviene de la autoridad. Y lo es no sólo por su resultado sino por su debilidad teórica: denota el desconocimiento absoluto de los valores de este edificio singular y la incomprensión de los criterios proyectuales que presiden toda obra de arquitectura.

La sede del IPA es una obra proyectada por el estudio De los Campos, Puente, Tournier en 1937, a partir del concurso convocado a tales efectos. Una excelente pieza de arquitectura que integra la vasta producción de estos arquitectos, también autores del Edificio Centenario, la Casa Perotti y el Hotel San Rafael, entre otras obras. Una obra destacada que -hay que decirlo- debería estar en mejores condiciones de mantenimiento.

La intervención ocupa una de sus fachadas e impone allí su propio criterio compositivo, cromático y escalar, ante una trama arquitectónica que es ignorada y violentada por completo. Por otra parte, se realiza sin atender a la figura de Bien de Interés Departamental asignada en 1995 al inmueble, lo que exige otros procedimientos.

Cuestionar esto no implica decretar el cisma entre arquitectura y artes plásticas sino asumir que dicho lazo debe ser pensado con cautela y en el marco del proceso proyectual: el mural de Demetrio Urruchúa situado en la biblioteca del edificio y el altorrelieve de Bernabé Michelena incluido en su fachada principal son elocuentes al respecto, como lo son muchos otros casos de la arquitectura local. Basta recordar la rica experiencia de los arquitectos Mario Payssé Reyes y Luis García Pardo en este sentido, por citar solo dos ejemplos.

Pero la intervención plantea cuestiones más generales, al margen de su concreción puntual. Instala la idea de que la arquitectura es un soporte artístico en potencia, una suerte de esqueleto en espera de vestimenta. Una hipótesis que reduce lo edilicio a un nivel elemental y desconoce su dimensión plástica o estética. Un verdadero malentendido, que ignora la apuesta integral de la arquitectura y su capacidad de asociar «lo bello y lo útil» en un mismo gesto.

Todo edificio involucra sus propios recursos expresivos (materiales, cromáticos, texturales), al margen de los otros aspectos en juego (espaciales, funcionales, constructivos). Como ha escrito Liliana Carmona, «la arquitectura no es un lienzo»: es un hecho acabado, coherente y completo. Afirmar esto importa porque permite apreciar la brecha creada entre la arquitectura y el arte, campo donde la inhibición funciona de manera férrea: a nadie se le ocurre alterar una obra de Rafael Barradas o de Miguel Ángel, ni hacerlo en una obra de arte cualquiera. En el caso de la arquitectura, esto depende del valor atribuido a la pieza, lo que afecta en especial a los edificios más recientes: la arquitectura moderna no cuenta aún con la legitimidad cultural que sí tiene la producción edilicia más antigua, y esto la deja huérfana ante ensayos como el que esta nota comenta.

De acuerdo a estos argumentos, y en vista de la iniciativa en curso, el Instituto de Historia solicita a las autoridades que reconsideren su iniciativa y se sumen a la labor colectiva que implica preservar el patrimonio nacional. Una tarea que exige la comprensión profunda de los valores históricos, estéticos y sociales en juego.

Instituto de Historia

Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo

Universidad de la República