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Autor: Arq. Francisco Collet Lacoste

El Palacio Salvo, declarado Monumento Histórico Nacional en 1996, comenzó una restauración en 2021 para consolidar sus revoques exteriores, deteriorados por filtraciones y desprendimientos. La intervención, ejecutada por Modilor, incluyó la consolidación de revoques con materiales similares a los originales y la restauración de 3.700 m² de las fachadas. El proceso técnico se destacó por la fabricación in situ de revoques y la adaptación a condiciones variables. El éxito de la intervención fue posible dado el manejo de detalladas técnicas de restauración, pero también gracias a la motivación y el compromiso de una mano de obra que actúa con profesionalidad y libertad de espíritu, buscando mejorar por propia iniciativa las tareas restaurativas.


Antecedentes históricos
El Palacio Salvo es fruto de un emprendimiento privado de los hermanos Salvo y se ubica en la principal avenida de la ciudad, articulando la Ciudad Vieja y la “nueva”, en una de las plazas de mayor significación del país. Debido a sus 106 metros de altura, fue reconocido como el edificio más alto de su época en Sudamérica. En el año 1996 fue declarado Monumento Histórico Nacional, lo que representa el máximo nivel de protección patrimonial de alcance nacional.

El edificio proyectado por el arquitecto italiano Mario Palanti se compone de un cuerpo principal de cincuenta metros de altura coronado por una mansarda y una torre exenta que alcanza los 106 metros y remata en una cúpula central. A excepción de la mansarda revestida de azulejos oscuros y la planta baja de granito, el edificio se encuentra completamente revestido con revoque símil piedra.

Originalmente se proyectó para alojar un gran hotel con salones de fiesta, sala de teatro y otros servicios, pero finalmente se dividió en unidades con diversas funciones: residencial, comercial, y social, entre otras.

El edificio se destacó en su momento por sus múltiples decoraciones en las fachadas, de las cuales gran parte fueron retiradas en las décadas del 70 y 80, dados los reiterados desprendimientos. La construcción sufrió un abandono que provocó un proceso de deterioro progresivo, con riesgos de desprendimientos de revoques y ornamentos de las fachadas sobre la vía pública. Esto exigió la instalación de protecciones y retiros en cada vereda del edificio.

Ante la preocupación de velar por la seguridad pública y la preservación del patrimonio, y dada la proximidad de los cien años del edificio, se firmó un acuerdo entre los propietarios y la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (UdelaR) para llevar adelante un informe técnico. En dicho informe, realizado por un equipo multidisciplinario coordinado por el Instituto de Construcción, se efectuó un mapeo de los daños de la fachada, y en base a aspectos históricos, constructivos, patológicos y patrimoniales del edificio, se elaboró una propuesta de intervención. El Arq. Carlos Pascual fue seleccionado para organizar la licitación de las obra y supervisarla, en mérito a sus conocimientos y experiencia en intervenciones de edificios patrimoniales.

Descripción de las obras realizadas
La licitación de una primera etapa de obras fue adjudicada a la empresa MODILOR, bajo la dirección técnica del Arq. Francisco Collet Lacoste. El desafío técnico planteado fue la consolidación de los revoques exteriores para evitar su caída, que suponía un alto riesgo para los transeúntes. Por otro lado, la intervención debía realizarse con un revoque de iguales características al original en cuanto a su composición, textura y color.

Realizada esta primera etapa sobre un sector de 18 de julio, se fueron ejecutando otras tres sucesivas contrataciones, que permitieron completar 7 de los 8 sectores de las fachadas previstos que abarcaron: la fachada hacia 18 de julio, la fachada hacia la calle Andes y dos tercios de la fachada hacia la Plaza Independencia. El sector intervenido —que no comprende las galerías— suma un total de 3.700 m2 restaurados de los 7.000 m2 de fachadas del Salvo.

Las obras se iniciaron en el año 2021 y culminaron a mediados del 2023. Si bien las protecciones sobre la calle Andes ya fueron retiradas, permanecen las de 18 de julio, dado que queda aún pendiente la restauración de la torre.

Aportes de la intervención
Consideramos que hay principalmente dos aportes de la obra que puede ser enriquecedor compartir. En primer lugar, desde el punto de vista técnico, se logró fabricar a pie de obra un revoque de restauración de igual naturaleza que el original, de color y textura similares, en un proceso de pruebas y ajustes que llevó mes y medio. La aplicación y puesta en obra requirió de ensayos in situ hasta dar con el modo de aplicación a cargo de la mano de los artesanos restauradores.

Por otro lado, las dificultades de trabajar en altura, junto con la confección bajo la torre de un andamio de cuarenta metros, la ejecución de tareas restaurativas con las variaciones de las inclemencias del tiempo de acuerdo a cada estación, y las medidas de seguridad implementadas para proteger a los peatones durante los trabajos fueron todos factores condicionantes de la intervención.

A a lo largo de estos dos años de trabajo, también pudimos comprobar que el diagnóstico no abarca la totalidad de la realidad: puestas nuestras manos sobre las fachadas, siempre se encuentran vicios ocultos y grados de deterioro mucho mayores. Al momento de las previas evaluaciones económicas, el deseo de que la intervención sea acotada nos lleva a considerar solo lo aparente, y finalmente debajo de las superficies de las fachadas aflora la dura realidad. Por ello, la primera etapa se encaró como una etapa de acercamiento a la realidad, que sirviera de ajuste para las siguientes.

En segundo lugar, el otro aporte que consideramos sustancial compartir, fuera del resultado estrictamente técnico, es el modo de trabajo empleado. Hemos volcado nuestro esfuerzo en la formación y consolidación de los aspectos humanos de quienes han intervenido en esta restauración, e intervienen constantemente en las diversas obras llevadas a cabo por la empresa.

Descubrimos que el motor esencial para que los trabajos de restauración sean exitosos logrando un nivel excelente se encuentra en la motivación de quienes los realizan con sus propias manos, y no sólo en quienes lo proyectan, dirigen o asesoran. Sin embargo, la motivación no debería ser el fin, sino una consecuencia de un concepto que constituye uno de los pilares de la empresa: la dignidad de todo operario, cuyo mayor capital reside en el hecho de ser persona.

En comparación con el valor de todo aquello que restauramos, la persona posee un valor sideral, inagotable e inabarcable. Partiendo de este principio, las prioridades de la organización del trabajo de una empresa cambian y conducen a que la persona sea el centro y el fin primario de nuestro trabajo. De esta manera, las decisiones se toman buscando su desarrollo a nivel humano, así como profesional. El éxito de la obra pasa a ser la consecuencia natural del trabajo bien hecho y la persona humana su fin principal.

La actividad profesional de restauración es un eficaz instrumento de crecimiento personal y enriquecimiento humano para todos aquellos que participan de la obra. No son estos un simple instrumento de conveniencia para un fin material, sino por sobre todo personas. Hemos elaborado un modo de concretar estos principios, ya que consideramos que los buenos resultados de la empresa son consecuencia de un claro ordenamiento a estos fundamentos.

Así pues, enumeraremos en nuestro trabajo los mecanismos para el desarrollo de unas 30 virtudes humanas básicas y otras 18 virtudes de orden técnico, que los integrantes de la empresa van adquiriendo a lo largo del tiempo. Sostenemos que las primeras constituyen la base para adquirir más rápidamente las segundas.

Conclusión
Los resultados de las primeras etapas de restauración de las fachadas del Palacio Salvo son producto de la conjunción de dos factores: por un lado, de los detallados proyectos de restauración, y por otro, de una mano de obra motivada, que actúa con conocimiento técnico y libertad de espíritu, buscando mejorar por propia iniciativa las tareas restaurativas.

Asimismo, consideramos que las obras de intervención sobre sitios o edificios patrimo- niales son valiosas en cuanto conectan con el ser humano, su cultura y su identidad, y son fuente impulsora para el presente. Creemos que el centro de la actividad restaurativa debería estar en la persona.

Nuestro aporte a la restauración edilicia tiene sus raíces en la experiencia práctica de largos años de trabajo en equipo, en los que han abundado tanto aciertos como errores. En estos desafíos, notamos que existe una distancia entre el proyecto —la dimensión teórica de nuestro trabajo— y la intervención —su dimensión práctica—. Hemos obser- vado una distancia muy grande entre las exigencias de los proyectos ejecutivos de res- tauración y la obra realizada, que es el resultado final del trabajo. Creemos que la princi- pal causa de este desfasaje se encuentra posiblemente, no solo en la insuficiencia de la formación profesional en el área, sino fundamentalmente en la falta de motivación.

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