En las últimas semanas, en nuestro país y principalmente en los departamentos de Montevideo, Canelones y Lavalleja, se está viviendo una situación inusual que tiene a todos los sectores de la sociedad atentos. El déficit hídrico que se arrastra desde hace unos tres años y se agudizó a un estado crítico durante los últimos meses, provocó una gran baja en los niveles de agua de los embalses de los que OSE extrae el agua dulce para potabilizar.

La situación crítica generó que el organismo estatal debiera recurrir a embalses alternativos y aumentar los límites de cloruro y sodio permitidos, lo que generó gran impacto en la población por el gusto del agua, y sus posibles consecuencias en la salud, y usos cotidianos. 

Las inquietudes también han estado en algunos de nuestros socios, en relación a la industria de la construcción en cuanto a los usos responsables y recomendaciones para las prácticas más apropiadas en torno al recurso, que ahora suman la afectación que esta alteración de la salinidad en el agua pueda impactar al sector.

Para abordar en profundidad sobre esta temática venimos consultando a los diferentes asesores técnicos que son parte de la Sociedad de Arquitectos del Uruguay. 

En esta oportunidad convocamos al Arq. Salvador Schelotto, quién nos compartió el siguiente artículo:

Los expertos ya refieren a la coyuntura actual como “la mayor crisis de agua potable de la historia” en nuestro país. Esta crisis afecta principalmente a la Cuenca del Río Santa Lucía y por ende al abastecimiento de la Región Metropolitana, territorio en donde residen aproximadamente dos millones de personas, casi dos tercios del total de los pobladores y de los hogares del país.

En un posteo en redes sociales hace unos días dijo el Ing. Daniel Greif (ex presidente de URSEA y ex Director de DINAGUA:

“¿Hasta cuándo tendremos agua salada en la red?. Por lo visto, hasta que llueva y recuperen los embalses. Pueden ser varias semanas. Mientras tanto, ¿tenemos certeza que se pueda seguir distribuyendo agua salada?”.
La información difundida desde instituciones competentes nos indica que por el momento esa certeza no ha aparecido.
Según Greif, “por lo pronto la apuesta para seguir teniendo agua salada y conservar los servicios básicos, es la construcción de una represa en Paso Belastiqui, que acumule agua salada cuando sube la marea y la encierre cuando se retira”.
Y se pregunta: “¿Cuánto puede funcionar este sistema precario?. ¿Qué pasa si el viento impide que llegue el agua salada?. ¿Puede ocurrir?. ¿Qué probabilidad de falla tiene todo el sistema?. ¿Cómo está funcionando la cadena de suministro de agua embotellada?. ¿Qué pasa con la gente que no puede comprarla?”.
Todo estos aspectos impactan principalmente en la disponibilidad de agua potable en calidad y cantidad para el consumo de las personas. También agrega más adelante: “Mientras tanto, las industrias que puedan, estarán haciendo los mayores esfuerzos para adaptar sus procesos a las aguas saladas”.
Este último tema me llevó a preguntarme qué ocurre con la industria de la construcción.
Como bien sabemos, la enorme mayoría de las obras de arquitectura son de pequeño y mediano porte, y se realizan a través de sistemas constructivos tradicionales o híbridos, mediante procedimientos cuasi artesanales.
En ellas se utiliza, casi sin excepción, el agua tomada de la red de OSE. Esta agua, entre otras utilizaciones, es la que se aplica en los morteros y hormigones.
Si bien en las obras de mayor porte se utiliza el hormigón pre mezclado, provisto por empresas que disponen de perforaciones y que realizan controles de calidad rigurosos, ello no ocurre así en obras chicas y medianas.

Los índices de sodio permitidos en el agua han sido incrementados por resoluciones del Directorio de OSE, como medida excepcional mientras dure esta emergencia.
Si bien estos índices aún mantienen este componente por debajo de lo tolerable según las normas UNIT, no por ello deja de inquietar la situación, visto que el futuro inmediato aún no se visualiza con claridad. Además, tomas y mediciones realizadas por la Intendencia de Montevideo en diferentes puntos del departamento, indican que el tenor de sodio puede variar según zonas, días y horas, superando incluso lo declarado por OSE.

Más allá que aún no esté en cuestión la calidad de la producción, no se trata de un tema menor en la medida en que la parte artesanal de la industria -obras chicas y medianas- no tiene otra alternativa de fuente. Todos conocemos las patologías que aparecen cuando se usa agua salobre en morteros y hormigones. Entre ellas las más visibles -pero no las únicas- son las eflorescencias de los revoques, situación que ocurre con frecuencia cuando se usa en la construcción agua de fuentes salobres en balnearios.
Por último, deberíamos tomar esta grave crisis como un llamado de atención y una instancia para repensar como sociedad cómo trabajamos, en un marco en el que naturalizamos usar agua potabilizada para el consumo en algunos procesos industriales, y que dicha utilización puede resultar comprometida cuando ésta escasea.