Memorias, realidades y paradigmas emergentes, notas para la comprensión de un debate incipiente y necesario sobre la contemporaneidad de Montevideo y las ciudades

Dra. en Urbanismo Adriana Goñi Mazzitelli[1]

Aportes sobre Mesa Temática 4 Hacia el Congreso SAU 2023

Este 2022 pos pandemia nos tiene a todas y a todos pensando en cuan rápidamente el mundo puede volver a su frenético ritmo, a sus infinitas horas de trabajo, a la precariedad de las vidas en la ciudad. Aún no se ha terminado el año y la extraña sensación de que el mundo prueba a girar sobre el mismo eje se siente forzada, porque el mundo, un cierto tipo de mundo, se rompió, o está más roto. Los engranajes se detuvieron, por un lado, la resistencia de algunas personas, más o menos conscientes de no querer volver a la normalidad anterior, por otro los que cayeron del sistema pero que nadie quiere ver o reconocer. La falla es inexorable, la ciudad estuvo “desnuda” nos advierte Marcelo Ferraz en su introducción al debate. Las grandes inversiones urbanas de las megalópolis, en infraestructuras colosales para automóviles, en torres con apartamentos mínimos de pura especulación inmobiliaria, resultaron inútiles durante la Pandemia. En un momento en que lo que se necesitaba eran espacios que privilegiaran a las personas, a la vida de cercanía, se comprendió lo lejos que estábamos de lo que en definitiva constituyó originalmente la idea de la ciudad. Desde una Sao Paulo atomizada por la pobreza y la intolerancia, este arquitecto brasilero con una larga trayectoria en estudios patrimoniales, nos advierte que es impostergable centrar el debate de la arquitectura y el urbanismo en el sentido de la ciudad que construimos. Luego de una experiencia de varios decenios en intervenciones urbanas, junto nada menos que Lina Bovardi, nos deja una reflexión en 5 puntos sobre el desafío de construir una ciudad para el encuentro.

1er punto, el concepto de valor. El valor debe estar indisolublemente unido al concepto de uso, y el concepto de uso nacer de la necesidad material pero también espiritual y estética. Es importante no construir ciudad nueva, por el contrario, la ciudad se puede re- inventar con proyectos de intervenciones, que es lo que hacemos los arquitectos.  Necesitamos reinventar programas de usos para resignificar espacios que se sitúen en las necesidades del presente, reconociendo la memoria, pero construyendo el uso contemporáneo.

2do punto, reconocer que la arquitectura puede transformar nuestra forma de vivir, debemos practicarla con responsabilidad civil y social.

3er punto, la ciudad es el artefacto más importante creado por los humanos, puede causarnos comodidad o malestar, sufrimiento o placer, pero sobre todo es un lugar en el que nos relacionamos, es por eso que debemos decidir si lo queremos hacer con violencia o con tolerancia, con segregación o con arquitecturas inclusivas, en cuanto escenario de la vida debemos decidir si ser gentiles u hostiles. Las ciudades de América Latina, de África, de una buena parte del primer mundo no tienen lo mínimo necesario, pero si tienen muros que separan ricos y pobres en favelas en quebradas, en áreas de riesgo, en depósitos de basura, las ciudades libres como fueron soñadas, prácticamente no existen en nuestro continente.

4to punto, los arquitectos no podemos ser pesimistas, debemos poner nuestra responsabilidad y empeño porque nuestras acciones afectan las vidas de muchos otros. Los proyectos de arquitectura en todas las escalas, incluso algunas pequeñas, pueden irradiar beneficios para la ciudad. Pero también puede ser invasivos en la vida de las personas, debemos buscar un respeto al pasado a la historia a la simbología, a los mitos, a las dimensiones culturales de la ciudad.

5to punto, la reinvención del patrimonio, puede hacerse solo como proyectos de acuerdos colectivos, entre el pasado y el presente, en el presente actuamos con nuestra memoria y con nuestros sueños de futuro. Debemos hablar de una arquitectura simbólica, no solo de los aspectos físicos que la configuran, sino de lo intangible que nos mueve y nos configura.

Con estas preguntas Marcelo Ferraz abre el debate y provoca a responder a los arquitectos a través de los proyectos, pero considerando cuestiones éticas, es decir colocando la intervención y el proyecto al centro, pero no fuera de su contexto y compromiso con el mundo en el que se encuentra. Fernanda Goyos y William Rey inician con las preguntas a los participantes, en primer lugar, plantean que Estamos en un mundo sin fronteras, el urbanismo, los capitales, las arquitecturas lo saben. Pero al mismo tiempo tenemos la necesidad de pensarnos en los límites que nos marca el Antropoceno, cuáles deben ser entonces las escalas de la intervención, ¿lo local? lo global?  Marcos Castaings señala que en la práctica profesional los planos globales siempre se cruzan con las dinámicas locales, pero a eso además agrega que a veces es difícil colocarse en estos desafíos contemporáneo porque se necesita una nueva figura profesional, no es la misma que hace cincuenta años, pero a la disciplina aún le cuesta mucho incorporar las dimensiones intangibles y los nuevos desafíos ambientales. En relación a esta dificultad Lucia Fernández agrega que sería importante hacernos antes que nada las preguntas sobre los desafíos globales, a través de enunciar preguntas, porque buscar respuestas nos lleva al espacio de lo concebido como sugiere Lefebvre, que es un lugar en el que los arquitectos pensamos desde la planificación y nos sentimos cómodos. Pero si adoptamos una mirada desde las preguntas paro primero identificar cuales son los problemas, como sugiere la filosofía, podemos construir visiones conjuntas. El debate antropoceno, capitaloceno nos desafía a un mundo en el que se agotan las materias primas, esto esta llevando por un lado a una explotación intensiva sobre las personas, somos las nuevas mercancías, pero también a visiones catastrofistas de una destrucción planetaria. Es demasiado complejo para pensarlo inmediatamente como respuestas. La consigna del congreso del año próximo es no dejar a nadie atrás, eso es un tema que como disciplina y profesionales debemos pensar, quiénes son esos nadies, quién es la gente que esta quedando atrás, es más responsable que nos tomemos el tiempo para hacernos esa pregunta. Las escalas que responden a soluciones para estos problemas son múltiples, globales y locales.

Pedro Livni agrega que como arquitecto de práctica entiende lo que planteo Marcelo Ferraz sobre el valor de uso. Lo conecta con incorporar todas estas preguntas y dimensiones globales y locales en el hacer, en la dimensión física y en la energía capitalizada, como relata Aldo Rossi en su biografía científica, que en ese sentido permite entender el valor de uso y su continuidad utilizando cierta economía de recursos apropiada. Laura Alemán nos coloca en el debate de la disciplina, por ese lado ve claramente como lo global y lo local esta jugando hoy en Montevideo en el hacer ciudad.  Cuando las respuestas son locales también son globales, porque los problemas trascienden lo local, y cuando son globales son el resultado de instalaciones en territorios específicos. En el seno de lo local esta anidado lo global. Esto sucede en Montevideo, sobre todo cuando hablamos de problemas ambientales, sociales, económicos, hay bastante similitudes en estos problemas con los que suceden en otras latitudes.

Pero no todo lo global es negativo, algunas cosas pueden ser positivas, desde Buenos Aires en la Muestra del Atlas of Commoning Adriana Goñi cuenta como se están buscando paradigmas emergentes desde las alternativas locales – que pretenden constituirse en una red global – de lograrlo pueden dar respuestas a problemas en las dos escalas. Por otro lado, volviendo a la cuestión de la gravedad de la situación en el Antropoceno, señala que ponerlo cercano al Capitalosceno no parece adecuado, son dos conceptos muy distintos, casi contrapuestos. Ya que el capitalosceno, separa la responsabilidad de todos los seres humanos, y muestra en realidad el fracaso de un determinado modelo económico propuesto, el capitalismo, que al querer extraer y concentrar riqueza sin límites esta poniendo en peligro el mundo. Si seguimos los conceptos de David Harvey por ejemplo de acumulación por desposesión, exonera a una parte de la humanidad, la que es desposeída, y señala a otra, la que acumula no obstante haya sufrimiento y pobreza. El lugar de la ciudad en esto es central, ya no es el lugar de la socialización, de innovación tecnológica, de protección, de formas de gobierno colectivo, sino que desde la industrialización hasta hoy ha sido escenario y motor de un modelo económico que tiene como consecuencia segregación y baja calidad de vida. En el último congreso de ISOCARP la delegación del gobierno de China, reconoció que luego de veinte años de carrera a la urbanización están cambiando idea, por los impactos ambientales y sociales devastadores que tienen las ciudades. Pero por otro lado los mismos que generan acumulación harán una negación y una oposición a reconocer esto, cuando en Nueva York se conocen los datos de que enteras zonas serán inundadas, en lugar de decir trasladar a las personas al interno, se propone de crear diques artificiales para detener el cambio climático y la furia de la naturaleza. Esto no es lo más coherente, pero hay grandes inversiones del capital en esas áreas, que hacen presión sobre la planificación pública para desconocer lo empírica y científicamente previsto. Marcelo Ferraz cierra esta primera reflexión señalando que podemos revertir esto, porque la pregunta central que es para quién? ¿Debemos planificar para los seres humanos, que no han cambiado, tienen las mismas necesidades, entonces tenemos que volver a pensar en la arquitectura no como una mercancía y un negocio, sino que tenemos que pensar para que hacemos casas, para vender? ¿O para que sean un abrigo? Hay que tener la conciencia de que estamos limitados por las transformaciones sociales y políticas la arquitectura no es libre, no decide sola. Pero la arquitectura y quiénes trabajan en temas urbanos pueden promover una reflexión colectiva, deberíamos preguntarnos como pensamos ahora las ciudades, como deberían ser sin causar una destrucción tan grande de la naturaleza, con medios más inteligentes y haciéndolas inclusivas.

William Rey coloca el segundo tema sobre la mesa, que es y que hacemos con el patrimonio, como podemos refuncionalizar, dar nuevos usos en la puesta en valor y en la puesta en consideración del patrimonio, pero también cuando salvamos un bien del pasado cual es el valor estético, simbólico del edificio, todo esto puede o no puede formar parte del nuevo uso social.  Marcos Castaings comenta que para él el valor de uso y el valor simbólico son centrales, muchos de los actores vinculados al patrimonio dejan a veces de lado que exista patrimonio nuevo, en la medida que la humanidad crece en número, el número del patrimonio precedente va a ser tan reducido que va a ser insignificante, entonces visto así, es fundamental la creación del patrimonio nuevo. Hay muchas visiones actuales que tienen una concepción un tanto infantil del patrimonio señala, incluso difundidos a nivel local, que consideran el patrimonio todo lo que tiene molduras y es querible, y se proclaman los paladines del patrimonio local, pero si esas personas hubieran existido hace un siglo, no tendríamos el Palacio Salvo, o el Palacio Lapido o el Edificio Centenario. Hay que ser cuidadoso en la disciplina de ver que debe conservarse realmente, que otros se deben mantener, pero tener la capacidad de reutilización y sobre todo estar atentos a cuáles son los elementos que se van a constituir en patrimonios futuros. Eso, sumado al patrimonio ambiental e intangible es una carencia, estamos enfocados a un patrimonio con la concepción de hace 50 años atrás de la defensa y el cuidado.

Lucia Fernández señala la clásica dicotomía entre el valor de uso en oposición al valor de cambio, allí la importancia de lo público, de lo instituido, central para defender el patrimonio. De frente al valor de cambio que mercantiliza, atrapa y coopta el valor del patrimonio por el capital, el valor de uso debe estar mediado y protegido por el Estado. Pero esto es muy difícil, necesitamos un aparato del estado que se ocupe específicamente de esto, de profesionales y de ciudadanos que puedan defenderlo de frente al valor de cambio. Y los arquitectos estamos atrapados en esto porque la mercantilización de los bienes es lo que nos paga muchas veces, o al menos es lo que los gobiernos esgrimen como argumentos para cometer algunas atrocidades, que dan puestos de trabajo que trae desarrollo, pero a costo de un valor de uso de bienes que vamos perdiendo en el camino. En la era del capitaloceno, como señalaba Adriana decimos de sí a cualquier cosa, sin poder considerar el valor de uso. Pedro Livni, dice que hay un tema que se soslaya que es el valor del proyecto en la capacidad transformadora, ya sea negativa como se comento, pero también positiva para determinar un nuevo uso. Se abren varias aristas desde la mirada que conserva y congela las cosas hasta el extremo que plantea la sustitución total, probablemente tiene que haber una mayor precisión en los instrumentos normativos. Actualmente hay un problema porque la dimensión de las capacidades de cómo se interviene es algo no decidido, se dejan las fachadas en pos de la densificación, por ejemplo. Ahí estamos hablando de una posibilidad del proyecto no discutida, se debe decidir en donde uno mantiene y donde no, porque sino la producción de ciudad es un Frankenstein incontrolable. La mirada concreta de lo que hacemos debe ser más certera. Pensar que la ciudad fracaso en términos aristotélicos en donde nos hacemos ciudadanos, como el lugar de la discusión y el debate, es bastante triste. Pero debemos preguntarnos por qué. En mi entender es porque los gobernantes no saben guiarla. En Montevideo se negocia lote a lote para definir lo que se puede hacer, más allá de lo normativo uno puede ir y negociar a través de la excepción. Montevideo hoy en día se construye a través de la excepción. Sin embargo, hay que pensar a otras dimensiones, a la manzana, a áreas en donde probablemente se pueda construir mejor una ciudad, en términos morfológicos, en términos ambientales, y también en términos patrimoniales. En la Bienal de Valparaíso armamos una radio gigante que se movía por los lugares patrimoniales e invitaba a los ciudadanos y a todos a discutir sobre que era el patrimonio. Vuelvo a lo de Marcelo Ferraz, ubicar el proyecto como instrumento de transformación es fundamental. Laura Alemán vuelve al tema de la arquitectura en el centro del dilema valor de uso y valor de cambio según la matriz marxista. Pero también Alvar Aalto cuenta de la función psicológica de la arquitectura, que incluye una dimensión de bienestar, lo que a uno lo puede hacer feliz, puede ser un vitral, la luz de un balcón o una moldura, para pelear un poco a Marcos. Esto lo plantearon varios arquitectos modernos sensibles, pero luego fueron anulados por lo funcional. El patrimonio es un concepto no es un edificio, es un concepto en torno a valores o bienes que consideramos valiosos para la sociedad, pero lo que construimos hoy no sabemos si serán patrimonio en el futuro. Es un consenso sobre determinados bienes en un momento determinado y mirando para atrás a la historia de ese bien. Plantear que hoy podemos construir patrimonio es un error conceptual. En este sentido en la construcción del patrimonio Adriana Goñi destaca que hay que mirar el patrimonio en su contexto histórico, no como hechos aislados sino en el conjunto de la ciudad, la ciudad como un palimpsesto. Si bien para la arquitectura representa algunos momentos en los que se destacan innovaciones técnicas, singularidades, usos y estéticas, como podría ser el Palacio Salvo como decía Marcos. Al mismo tiempo el patrimonio puede ser algo incómodo, como hacemos para gestionar todo ese patrimonio, ¿quién se hace cargo? La oportunidad esta cuando se declara que el patrimonio puede resignificarse porque han cambiado los usos culturales, sociales, económicos.  Entonces cuando a veces miramos que es el patrimonio abandonado, del que no podemos hacernos cargo colectivamente, vemos que hablamos de Ex Cines, Ex Fabricas, que en algún momento fueron lugares centrales para la sociedad, y esa centralidad les dio su prestigio, más allá de su carácter monumental. Y nos damos cuenta que en ciertos usos pusimos toda la innovación técnica y estética por esa centralidad que tenía para la sociedad. Pero hoy que hacemos, hoy estamos entre el abandono y la demolición, entonces tenemos que elegir cuales determinamos patrimonio y son en los que pondremos dineros del Estado, de todos, para cuidarlos, y otros que no podemos financiar, y decimos esto tiene que ser abandonado y se demolerá y ya quedará alguno que de cuenta de esa época histórica. Ni lo público se puede hacer cargo de todo el patrimonio, ni podemos esperar esa sensibilidad en lo privado. Pero podemos buscar alianzas entre distintos grupos que compartan esa sensibilidad para generar un movimiento de lo común, es decir con quienes volver a pensar una segunda vida a esos espacios y con quienes recuperar para nuevos usos que traerán beneficios a toda la sociedad. Nosotros trabajamos en la Ciudad Vieja con el Laboratorio Urbano Reactor, trabajamos con el patrimonio afectivo, es decir como hacen las personas de ese lugar para recuperar el patrimonio y darle un uso de los comunes. Existían mas de veinte ejemplos, grupos con necesidades y con vocación de recuperar espacios para usos cívicos, que no fueran cerrados y privatísticos, sino que dieran otras oportunidades y acceso al suelo central de la ciudad. Grupos de la sociedad civil, emprendedores, grupos de artistas, como generar nuevas propuestas de uso manteniendo la condición patrimonial, incluso la propiedad pública, pero ayudando a su mantenimiento con una gestión asociada, colectivos – Estado. En este sentido vemos que la co- creación de bienes comunes urbanos a partir del patrimonio abandonado, puede ser beneficiosa para quienes habitan los territorios en la recuperación de la memoria y su re significación, así como para generar actividades nuevas que no tienen espacios pero que pueden apoyar a las políticas publicas en brindar servicios en áreas en donde la auto organización ya ha llegado pero el Estado no. Esto implica que una parte de ese patrimonio sea también de acceso social a la ciudad, como el cooperativismo de vivienda, que sumado a los usos cívicos anteriores y al patrimonio público generan un Ecosistema de Bienes Comunes Urbanos recuperados, haciendo la ciudad más vivible, cercana y diversa.

Como cierre se pregunta que territorio tenemos y como podemos transformarlo, y en ese sentido Marcos Castaings propone que para transformar el territorio se rescate una visión del paisaje que considera lo poético en sus transformaciones desde diversas miradas, ambientales e intangibles, en eso han venido trabajando con su estudio Fábrica de Paisaje.  Lucia Fernández señala lo importante que es ver el territorio y la ciudad desde los que la viven en una situación distinta como los grupos de personas en situación de calle, que generan también solidaridades entre vecinos que les proponen conectarles el celular o darles agua caliente, un poco a pensar que esa ciudad de bienes comunes existe ya y puede emerger con los apoyos adecuados. Pedro Livini comparte sus preocupaciones porque comenta que del otro lado están los actores fuertes y se pregunta como la ciudad al este y al noreste esta siendo transformada por esos capitales sin gobiernos con ideas claras y fuertes que tutelen los valores territoriales para que la ciudad crezca con equidad. Parecería, señala que los gobiernos a veces actúan como brókeres facilitando inversiones de todo tipo, y eso aleja las posibilidades de pensar en mantener un paisaje a escala humana o una recuperación del patrimonio en una ciudad que conserve sus caracteres. Si en realidad se permiten hacer 30 pisos en cualquier lugar, o destruir los bañados del este por barrios privados, estas condescendencias hacen pensar a unos intereses que atentan al interés del bien común. Otras sociedades, como la japonesa, tiene una relación con el pasado y su conservación que permite hacer una arquitectura de calidad. Este es un reclamo como un arquitecto de obra, al que se lo inhabilita mucho al no tener un marco de referencia en función a las actuaciones a las que uno se ve enfrentado día a día. Laura Alemán sostiene que la dicotomia entre patrimonio y desarrollo es de lo más constante que tenemos en nuestro país, en las ciudades, y en el imaginario en Uruguay. Adriana Goñi señala que para el congreso del 2023 sería bueno contraponer modelos de lo que sucede en Montevideo. Qué tipo de arquitecturas nuevas monumentales e innovadoras en lo tecnológico y ambiental se proponen como contribuciones para la ciudad. Si estas son las propuestas en el mercado privado a altos costos y solo por su valor de cambio como Montevideo Harbour o la Isla de Punta Gorda, quedan serias dudas que eso pueda ser considerado patrimonio dentro de cincuenta años. Lo que otros aquí han dicho es que necesitamos nuevas arquitecturas que reúnan valores colectivos, que demuestren un impacto urbano que reactive los tejidos existentes o dote de servicios a la ciudad en consolidación (teatros/ centros culturales) y que en cincuenta años lo que podamos considerar sea el impacto positivo que ha tenido en la vida cotidiana de la ciudad como decía Marcelo Ferraz. 

Empezar a conectar estos desafíos globales y traerlos al congreso del 2023 es fundamental para ver como resolvemos o pensamos estas cosas para el presente y futuro de Montevideo y de Uruguay.

[1] Directora del Departamento de Resiliencia y Sostenibilidad, Coordinadora del Laboratorio de Urbanismo participativo y Afectivo del Instituto de Estudios Territoriales y urbanos. Facultad de arquitectura, diseño y urbanismo.