El uruguayo radicado en Estados Unidos se centró en tres proyectos con valor patrimonial en los que trabajó e intercambió con los presentes sobre sus experiencias en el exterior.

Invitado por la Embajada de Estados Unidos y la Intendencia de Montevideo, el Arq. Amir Kripper se encuentra visitando nuestro país. En ese marco, el pasado lunes 28 de abril visitó la sede de SAU para dialogar con colegas sobre sus prácticas profesionales y su formación, en modalidad presencial y virtual. 

Comenzó detallando algunos hitos de su carrera, y destacó que en los últimos 20 años ha trabajado principalmente vinculado a temas de patrimonio. Relató su formación local en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU), y recordó a Mariano Arana como docente y su énfasis en lo especial que es la mirada del arquitecto. Contó que desde ese momento se mostró interesado por temas patrimoniales.

Luego de su egreso en 2002, una época con pocas obras debido a la crisis económica, decidió emigrar a Estados Unidos. Tras comprender que para poder prosperar laboralmente en el medio necesitaba un título norteamericano, se postuló y quedó seleccionado en una maestría en la Universidad de Columbia, sobre Diseño de Arquitectura Avanzada. Allí también profundizó su interés en el patrimonio arquitectónico. Tras egresar, trabajó en estudios como Polshek Partnership, en Nueva York, y Machado and Silvetti, en Boston. En 2012, ya instalado en Boston, decide fundar su propio estudio

Presentación de proyectos:

En primer lugar, se centró en su trabajo de ampliación en el Bowdoin College Museum of Art, museo perteneciente a una universidad. Comentó que, al tratarse de un sitio patrimonial, debían resolver su accesibilidad sin alterar sus escaleras. Como alternativa, diseñaron una caja acristalada, para de esta manera no alterar el edificio histórico. También se propusieron con su estudio, Machado and Silvetti, que fuera un espacio que no compitiera con el museo, y que lo nuevo estuviera bien demarcado, evitando generar un pastiche. 

Luego se concentró en el Harvard Square, un edificio para estudiantes en la entrada de la Universidad de Harvard. Comentó que todos los años hay 500.000 personas que se instalan en Boston en el marco del funcionamiento de las universidades: alumnos, docentes, funcionarios. Detalló que fue un proyecto de suma complejidad, al tratarse también de un edificio histórico. Para este caso, explicó que se transformó la tipología para que haya dos dormitorios para estudiantes. También mencionó las dificultades para hacerlo accesible, ya que la calle donde se debía construir el acceso era muy empinada, y había distintas comisiones interesadas en el proyecto con visiones distintas sobre cómo solucionarlo, debido a que el ingreso al edificio tampoco se podía intervenir. Como punto medio, se decidió colocar una plataforma en el acceso. Además, contó que la estructura interior del edificio se encontraba en mal estado, por lo que se debió apuntalar todo y recimentar por trechos, manteniendo la fachada. 

En tercer lugar, profundizó en su trabajo de reciclaje con el Strand Theatre, en Boston. En ese caso, el cliente era la Ciudad de Boston. Se trata de un teatro de unas 1100 butacas, también un edifico histórico, de principios de de siglo, en donde tocaron muchos referentes del del jazz como Duke Ellington o Ella Fitzgerald. Comentó que la zona en que se encontraba ubicado estaba un poco abandonada, pero la ciudad se propuso invertir en ese vecindario para reactivarlo. Este caso se dio en el marco de la llamada vivienda protegida, y se solicitaba un espacio para una biblioteca pública en la planta baja, que necesitaba una entrada de servicio. Allí su mayor desafío fue el de articular con diferentes instituciones interesadas en el proyecto. “Tenemos mucho para aportar en ese rol que no es solo de diseñador. Hay otras facetas de los arquitectos, el poder mediar en diferentes escalas, negociar con distintos actores, donde es importante la capacidad de percibir lo que se dice y lo que no se dice, cuando hay también incluidos temas políticos complejos”, expresó. 

Intercambio con el público:

Desde los presentes, se consultó a Kripper sobre cómo valoró su experiencia en FADU, allí destacó la biblioteca de la facultad, que se encontraba muy actualizada. Comentó que en Columbia se encontró con estudiantes de muchísimos países, y lo que había leído en la biblioteca le sirvió mucho, e incluso le permitía opinar de arquitectura española como los españoles que se cruzó. También remarcó la diferencia en cuanto a las materias opcionales, mientras en Columbia todas mantenían esa modalidad, lo que considera apropiado, en FADU la mayoría eran obligatorias. 

En cuanto a los obstáculos que se encontró en Estados Unidos, puntualizó que el idioma no fue la barrera más importante, sino que las más difíciles fueron las culturales. También habló sobre diferencias en el ejercicio profesional con nuestro país, ya que allí, para mantener la licencia, es necesario participar de una cantidad de congresos y cursos de actualización, y también aprobar una serie de exámenes anualmente.  También comentó que, para obtener la licencia, es necesario haber trabajado tres años para un profesional en distintas especialidades, como dirección de obra, anteproyecto, proyecto ejecutivo, etc. “En definitiva, hay que ser loco para ser arquitecto”, concluyó. 

Link del conversatorio completo
Código de acceso: E=7afw=9