El Arq. Carlos Baggi y la Arq. y Lic. Paisajismo Andrea Casuriaga detallan los materiales que utilizaron, decisiones que tomaron y procesos que llevaron adelante para concretar el proyecto en Maldonado. 

“Para que exista un paisaje no basta que exista Naturaleza, es necesario un punto de vista y un observador, un relato que dé sentido a lo que se mira y experimenta como actor y como espectador” (Silvestre y Aliata, El Paisaje como cifra de armonía). 

Aunque el proyecto de los Miradores de Nueva Carrara no fue concebido como una propuesta de profesionales independientes, sino enmarcado en una iniciativa de la Intendencia de Maldonado, nos ha inspirado profundamente como proyectistas. La idea de crear espacios de contemplación y revalorización del paisaje existente, integrando elementos culturales e históricos, refleja un compromiso con el respeto por el entorno y la materialidad del lugar, minimizando su impacto en el paisaje natural.

La génesis de esta propuesta se remonta a 2020, un año en el que los espacios públicos adquirieron una relevancia renovada, especialmente durante la pandemia. La necesidad de espacios abiertos y seguros para el disfrute sin riesgos llevó a revalorizar los entornos naturales y urbanos. En ese contexto, la cantera y sus paisajes cobraron protagonismo, atrayendo a un gran número de visitantes. Sin embargo, esta afluencia generaba desafíos en materia de seguridad, dado que se trataba de un terreno privado sin elementos de protección adecuados para los visitantes.

En respuesta a esto, la Intendencia de Maldonado adquirió parte del predio de la antigua cantera de Nueva Carrara, con el objetivo de garantizar un acceso seguro y evitar la invasión de tierra privada, además de valorar un lugar con una historia rica para la zona y el país. 


Miradores de Nueva Carrara – obra finalizada

La propuesta surge como parte de la diversificación de actividades turísticas en la región. Tradicionalmente, el “turismo de sol y playa” ha sido la principal atracción del departamento, pero en temporadas donde el clima o las condiciones sanitarias limitan el disfrute del verano, se evidencian carencias de alternativas turísticas.

Desde el inicio, el sitio ofreció varias opciones de intervención, tanto desde la arquitectura como en su emplazamiento. Finalmente, se diseñó un recorrido que comienza en la ruta de acceso y conecta distintos hitos: la exhibición de piedras y maquinaria histórica de la cantera, el portal de ingreso, las infraestructuras de servicios, hasta llegar a los dos miradores que permiten experimentar la sensación de estar suspendido sobre el acantilado, a aproximadamente 40 metros de altura. Ambos miradores están unidos por una pasarela de madera que recorre el borde del acantilado, generando vistas alternativas del paisaje y de los propios miradores.

Detalles del trabajo realizado

El proyecto se desarrolló con un fuerte compromiso por minimizar el impacto en el sitio. Por ello, los miradores fueron prefabricados en taller y montados en el lugar mediante grúas. Las pasarelas de madera descansan sobre bases prefabricadas de hormigón, colocadas según las condiciones del terreno.

Los miradores, construidos en acero corten, tanto en estructura como en barandas, presentan formas y tamaños distintos, adaptándose a las particularidades del lugar. El primero, en forma de U, pesa aproximadamente 10.000 kg y tiene un volado de unos 5 metros en uno de sus lados. El segundo, una pasarela lineal, pesa cerca de 5.000 kg y vuela unos 3 metros sobre el acantilado. Los pavimentos de vidrio, compuestos por tres capas de 10 mm de espesor más láminas intermedias, ofrecen una vista transparente y segura, con una estructura diseñada para soportar cargas de hasta 500 kg por metro cuadrado.

En este proyecto, la selección de materiales fue fundamental para lograr una integración armónica con el paisaje circundante. Se optó por emplear piedra local en elementos clave, como el monolito de gran escala en el acceso, y en revestimientos, como en la garita de vigilancia y los servicios higiénicos. Además, los durmientes de curupay, utilizados en las vigas de la pérgola y en el cerramiento frontal, aportan un aspecto envejecido que se mimetiza con el entorno natural. El acero corten, por su parte, con su color y textura característicos, dialoga de manera sutil con la cantera, reforzando la conexión con el paisaje.

El acceso al mirador principal, de forma de U, ha sido diseñado para ser accesible y sorprender al visitante. Se realiza a través de un recorrido sinuoso en pavimento de hormigón, flanqueado por taludes altos y parquizados. Este recorrido intencionadamente oculta la llegada, potenciando la sensación de sorpresa y descubrimiento al llegar.

La vegetación, compuesta por especies nativas, fue cuidadosamente plantada en áreas donde fue necesario intervenir, retirando parte de la vegetación existente para la implantación de los miradores. Además, se incorporaron plantas en zonas estratégicas, como el portal de acceso, cercano a construcciones auxiliares, y en los recorridos de las pasarelas, con el fin de realzar estéticamente estos espacios y fortalecer su integración con el entorno natural.


Miradores de Nueva Carrara – obra finalizada

Desde su inauguración, el espacio ha sido rápidamente apropiado por los visitantes, quienes disfrutan de un entorno que invita tanto a la contemplación como a la interacción. Este proyecto no solo ha enriquecido el paisaje, sino que también ha generado un punto de encuentro para la comunidad y turistas, consolidándose como un ejemplo de arquitectura sensible y en sintonía con su entorno.

La totalidad de las obras proyectadas y realizadas, incluyendo los miradores, caminería, paisajismo , instalaciones auxiliares e infraestructura general, requirieron en su conjunto una inversión aproximada de 900 mil dólares.

“Sin paisaje no hay turismo”. Joan Nogué