El Premio Félix Candela es un concurso internacional de ideas de arquitectura en español, en dos fases. Es convocado anualmente por el Instituto Español de Arquitectura (IESARQ) y está dirigido a todos aquellos estudiantes de arquitectura, arquitectura del paisaje, urbanismo y diseño, así como, a arquitectos, paisajistas, urbanistas y diseñadores jóvenes, de manera individual o formando equipos de dos y hasta tres miembros.

La quinta edición del Premio Félix Candela celebra los cinco primeros años de vida de esta iniciativa que se define como un motor para la formación de los arquitectos movidos a transformar su mundo cercano. Mediante el esfuerzo colectivo operamos cambios, desde la arquitectura y el pensamiento, que tendrán trascendencia en nuestro entorno y por ende en nuestras vidas. De entre todas más que ninguna, la quinta edición del Premio Félix Candela quiere ser una celebración de la necesidad de reconvertir la educación en un entorno que alimente la mente y el espíritu de las personas para hacer un mundo mejor.

¿Es posible pensar una forma de sociedad que no sea urbana? ¿Es posible, además, pensar en esta sociedad autónoma y radicalmente diferente de la ciudad? ¿con una estructura económica, orden social, formas y apariencia propia? ¿Es posible pensar el campo como el lugar de esta sociedad?

Hombre de Maíz. El hombre americano es el hombre hecho de maíz y desde tiempo inmemorial ha domesticado esta planta hasta hacerse uno con ella y girar el calendario y su vida misma en torno a ésta. Además, el maíz como explotación agrícola demanda otros cultivos paralelos para permitir al suelo mantener su riqueza de nutrientes. Como cada persona en una sociedad, el maíz no puede crecer sólo. Originario de América e identificado profundamente con ésta, pronto se extendió al resto del mundo de tal forma, hoy día, tan sólo cinco países de este continente se encuentran entre los quince primeros productores a nivel mundial.

La verdad se fue al campo. Cualquier ciudad, hasta la invención más reciente es, de alguna manera la misma, no permite, a pesar de sus formas aparentemente novedosas, imaginar otra sociedad que la que proyectan las estructuras del poder urbanas. Del otro lado, lo que no es ciudad es cincuenta veces mayor a la superficie de todas las ciudades del planeta reunidas. El campo, como expresión de la naturaleza, como imaginación más que como realidad, siendo siempre el mismo, por insondable, es siempre diferente, y de hecho lo es. Ante la reciente crísis sanitaria global y las restricciones a la convivencia impuestas, muchos nativos digitales emigraron al campo abriendo la puerta a nuevos espacios de relación y aprendizaje, germen de un orden social diferente. El campo es su propio orden, superior, y a la pregunta de la verdad nos devuelve -como el eco en el valle más profundo, el silencio en el desierto o la multitud de pequeños sonidos concatenados en el bosque más cerrado- una respuesta contundente: soy la verdad. Y como señalaba Cervantes “donde está la verdad está Dios”. Por tanto, regresar al origen.

Una escuela de campo. Se trata de volver al campo, regresar a la tierra, de pensar en el campo desde el campo, obligados a ponernos a nosotros mismos, “Hombres de Maíz”, al centro, y pensarlo como posibilidad, como punto de origen de una sociedad mejor no necesariamente urbana, a través de la educación, la educación del hombre que vuelve al campo.